¿Por qué celebramos a los Difuntos?
La conmemoración de Todos los Fieles
Difuntos, al día siguiente de la solemnidad de Todos los Santos, fue instituida
por san Odilón en Cluny el año 998. Por influjo de los monjes cluniacenses se
difundió ampliamente durante el siglo XI; en Roma, sin embargo, se celebra
solamente desde el siglo XIV.
Orar
por los fieles difuntos es una tradición permanente en la Iglesia, lo mismo que
celebrar la santa Misa por ellos. Considerando que la muerte de un cristiano es
en realidad su nacimiento al cielo, los primeros cristianos acostumbraron
reunirse ante la tumba de sus hermanos difuntos
en el día del aniversario de su muerte y celebraban la Misa por ellos,
sobre todo si habían dado testimonio de Cristo con su martirio. Cuando en
México celebramos a los fieles difuntos con una ofrenda de comida en honor a
ellos, nos parecemos a los romanos paganos del tiempo de los primeros
cristianos que en el último mes del año celebraban a los difuntos preparando
una comida y poniendo ante la mesa una silla vacía, pues suponían que el
difunto venía a comer con ellos. A esta comida la llamaban “refrigerium”,
refrigerio. También los cristianos participaban de este tipo de costumbres, y
muy pronto las cristianizaron celebrando por nueve días las “parentalia”,
fiesta de los familiares difuntos.
Al
celebrar a los fieles difuntos al día siguiente de la celebración de Todos los
Santos la Iglesia nos quiere enseñar que tanto los que ya están en el cielo,
santos todos ellos aunque no estén canonizados, como los que están en el
purgatorio, siguen siendo miembros de la Iglesia. Entre nosotros hay una
comunicación de dones que se llama “Comunión de los santos”. Seguimos unidos a
Cristo por el Espíritu Santo, seguimos siendo hermanos, hijos de un mismo Padre.
Creemos los católicos en el purgatorio. El purgatorio es ya el cielo… pero
todavía no. A la presencia de Dios sólo llega lo santo, lo limpio. Ante Él no
debe haber ni la más mínima sombra del pecado. Por los méritos de Jesús se nos
perdonan nuestros pecados. Los sacramentos del Bautismo, de la Reconciliación y
de la Unción de los Enfermos son el signo ordinario del perdón generoso de
Dios. De una forma extraordinaria, un acto de contrición bien hecho nos obtiene
el perdón. Perdonados nuestros pecados, de nuestra parte.
Luis Héctor Carrillo Alameda
3°Bachillerato
Área: HUMANIDADES
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