Lo cierto es que por más arrugas que notemos en nuestro rostro, más imperfecciones y más canas en el cabello, todos llevamos el alma de un niño dentro, o parte de él.
Lo más importante de sentir esa energía, es que por más increíble que suene; ver las cosas de otra manera hace que la vida sea mejor y mucho más divertida. Sentirnos libres, reírnos de nosotros mismos, jugar con nuestra mente y llevarla a volar muy alto.
Y que fácil parecía ser niño, hacer las preguntas más básicas y emocionarnos por recibir la respuesta más simple del mundo. Un niño ríe mucho más de lo que llora y disfruta más de lo que se queja. Un niño tiene una magia en la voz, y su apariencia se renueva cada día. Quiere siempre experimentar; y su curiosidad está tan viva como su energía. El niño se cansa sólo cuando su cuerpo se agota, pero su espíritu no lo hace.
Conforme vamos creciendo, esa esencia se pierde un poco. Nos olvidamos de lo importante que es tener tiempo para soñar, reír y jugar. Pasan por nuestra mente todas aquellas responsabilidades que tenemos ahora, todos eso cambios de humor que experimentamos, cada problema que nos cuesta afrontar; todas esas cosas que son parte de crecer.
Pero crecer también es experimentar, crecer también es vivir y ser agradecido con todo lo que te rodea. Crecer es tener esa humildad en tu corazón y apreciar todas esas cosas que te parecen tan simples.
Este Treinta de Abril no te invito a que quieras creer que no eres un adulto, pero si puedo invitarte a que abras tu mente y tu corazón para mostrar esa alma de niño dentro de ti. Alégrate por quien le va bien, ayuda al que la está pasando mal. Sonríe, vive y ama. Ama mucho
¡FELIZ DÍA DEL NIÑO!
ANA CRISTINA LIMÓN
2° BACHILLERATO
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