martes, 8 de mayo de 2018

LA PROFESIÓN DE SER MADRE


  Todo comienza, en el mejor de los casos, con la idea de querer tener un hijo. Va creciendo con la ilusión de verse reflejada en una sonrisa,  en un gesto, el trascender la propia existencia dando vida a un pequeño ser. Con ese deseo inicia psicológicamente la existencia de esa personita especial.


   Posteriormente,  durante el embarazo se desarrolla una forma de simbiosis, es decir, la madre y el bebé son uno durante nueve meses. Las emociones e impresiones de la madre durante esta etapa son recibidas también por el hijo que crece apaciblemente en su vientre.  Esa oportunidad de ser uno solo con otra persona, experimentar y re-experimentar esa vivencia es una capacidad que solo tienen  las madres. Luego viene el parto, el corte del cordón umbilical representa una separación física de madre e hijo, dejan de ser uno solo físicamente, pero en términos psicológicos  es más complejo y aún falta mucho por desarrollar.
   Para la madre el tener su primer hijo representa un giro completo en su vida, sus esfuerzos ahora estarán encaminados a “ver por otro” ese vínculo especial se fortalece con los momentos de comunicación, con el contacto físico, con miradas llenas de aprobación y palabras cálidas.  Con todo esto la madre le va “tejiendo” a su hijo esa sensación de seguridad y aprobación que le permitirán crecer sintiéndose querido y capaz de conquistar el mundo.
   Al mismo tiempo la madre descubre que es más fuerte de lo que pensaba, que es capaz de hacer cualquier cosa por un mundo al que le ha dado la vida. También existen momentos de duda, en donde cuestiona su capacidad de acompañar esa vida que empieza, momentos de desesperación y cansancio, de frustración y confusión.
   Una madre quiere arropar a sus hijos y que les vaya bien en la vida, pero también sabe que debe haber tormentas para que aprendan a navegar en alta mar. Los hijos desde pequeños tienen que enfrentar sus propias dificultades, superar las frustraciones cotidianas y  levantarse de cada caída,  aprender poco a poco a lidiar con sus propios demonios. Este proceso a las madres les duele, pero saben que es necesario y saben que  deben aprender a “soltar”.
   A una madre le duele más que a nadie decir NO a sus hijos, disciplinarlos, medir sus fuerzas, verlos caer, abandonar sus sueños o desaprovechar sus capacidades, pero conoce la importancia de los límites y quiere que sus hijos los aprendan.
   Ninguna profesión te exige tanto, te lleva al límite, te pone a prueba tantas veces; pero a la vez te llena de orgullo y te hace sentir que todo, absolutamente todo, al final del camino, ¡valió la pena!


¡Felicidades mamás y gracias por la labor que realizan día a día!




“Enseñarás a volar, pero no volarán tu vuelo. Enseñarás a soñar, pero no soñarán tu sueño. Enseñarás a vivir, pero no vivirán tu vida. Sin embargo.., en cada vuelo, en cada vida, en cada sueño, perdurará siempre la huella del camino enseñado”
                                                                                                    Madre Teresa de Calcuta




Departamento Psicopedagógico
Lic. Hilda Beltrán Méndez

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